En el período
actual el elemento que está marcando la lucha de clases en el Estado español es
el enfrentamiento entre el movimiento nacional catalán y el centralismo español.
El primero está compuesto por la burguesía media, la pequeña burguesía y parte
de la aristocracia obrera catalana. En tanto esas clases catalanas han
participado, y lo siguen haciendo, de la democracia burguesa española, cuentan
con ciertos resortes del Estado capitalista español, desde el cual están
intentando encauzar, todavía bajo la dirección de esa timorata burguesía media,
y dirigir un movimiento de masas que amenaza con sobrepasarles por momentos,
precisamente por limitar los compases de ese movimiento soberanista a lo que
dictaminan las leyes de Madrid. El segundo, el centralismo español, cuenta con
todo el aparato burocrático-militar, organizado en base a los intereses del
gran capital financiero. El mismo que sirve tanto para aplastar al proletariado
como para seguir imponiendo las cadenas de la hispanidad tanto al pueblo
catalán como a todos aquellos pueblos que bajos sus fronteras reclaman sus
derechos nacionales.
Por su parte, el
proletariado, la clase revolucionaria llamada a destruir el orden existente, se
encuentra desprovisto de sus más elementales organizaciones. Nos hallamos
en ese período político (tras el fin del Ciclo de Octubre) que hace que el proletariado
revolucionario no pueda incidir, todavía, de forma efectiva en la gran lucha de
clases, pero que sin embargo demanda a la vanguardia una posición concreta ante
las problemáticas que atenazan a nuestra clase, máxime cuando son de tan
profundo calado como la cuestión nacional. Desprovisto de aquellas
organizaciones, desprovisto incluso de un primario movimiento práctico el
proletariado está separado, de facto, nacionalmente, pues está inserto
en las dinámicas políticas de las distintas facciones de la burguesía
que de una u otra forma irradian su nacionalismo (de la nación opresora o
de la oprimida) y provocan ese recelo nacional, ese distanciamiento de los
obreros por su nacionalidad que el capitalismo crea y reproduce sin cesar.
La solución al
problema nacional es eminentemente de carácter democrático-burgués, pues se
soluciona con la equiparación de derechos, con la igualdad. Y esta igualdad
que el comunismo defiende ante el problema nacional se desarrolla desde el derecho
a la autodeterminación, que no es otra cosa que el derecho de una nación a separarse
y a tener su propio Estado. Y en tanto derecho democrático, este puede resolverse,
insistimos, en la sociedad burguesa y bajo el imperialismo, lo cual no implica
que el proletariado, y ni mucho menos su vanguardia, pueda permanecer inalterable
ante este tipo de opresión y, en consecuencia, a la posibilidad de resolver la
misma. Sin embargo este es un derecho democrático práctico que el
proletariado revolucionario tiene que tener presente siempre y ante cuya
concreción política es donde los revolucionarios han de marcar la línea
de demarcación frente a esa oquedad que blande el revisionismo.
El marxismo exige
que el problema de la opresión nacional sea tratado de forma diferenciada pero
que es complementaria, por parte del proletariado consciente en la nación
opresora y en la nación oprimida. Lo que trae consigo que en la nación
oprimida los revolucionarios deben tratar el problema desde la
perspectiva de la unidad voluntaria de los pueblos mientras que en la
nación opresora se ha de señalar en términos de la más estricta igualdad nacional,
lo que comporta el derecho a la libre separación. Se trata en definitiva de
educar a las masas en la democracia consecuente. En lo concreto, desde la
Juventud Comunista de Almería y la Juventud Comunista de Zamora, como miembros
del movimiento revolucionario dentro de la nación opresora, apostamos
precisamente por la más consecuente resolución del problema nacional que,
atendiendo a esa ausencia de referente revolucionario, pasa ahora por la separación
de Cataluña. Sólo así podemos acabar con la mentalidad del obrero español, embrutecido
por los carceleros patrios, y que concibe como natural que todo aquel que se
enfrente contra los valores que emanan del Estado burgués y centralista
español, ha de ser aplastado. Porque en España los proletarios conscientes comprobamos
día a día aquello de que un pueblo que oprime a otro jamás podrá ser libre.
Con respecto al
referéndum del 9 de Noviembre, parcheado por la burguesía media catalana
pero que no ha desarticulado al movimiento nacional catalán que sigue siendo
favorable a participar el 9-N; en tanto ejercicio democrático que además se
torna en ejercicio de “desobediencia” contra el centralismo españolista, no
podemos por menos que apoyarlo como la libre expresión de Cataluña en lo
que a su relación con el resto del estado se refiere.
La conclusión es
que, como no podía ser de otro modo, el revisionismo es incapaz de comprender
la realidad y sólo utiliza recetas abstractas y prefabricadas. Desde los que
proclaman el federalismo, hasta quienes se hacen representantes del economismo
imperialista más descarado, y sin olvidar esos histriónicos ejemplos que lo
reúnen todo; el revisionismo se muestra incapaz para incidir en el movimiento
de masas y es incapaz de tener una posición seria ante los problemas
de verdad. O, aún peor, desprecia vulgarmente la democracia y llama a boicotear
el ejercicio de la misma, alienándose con la reacción centralista, lo que es
propuesto, entre otras, por organizaciones que paradójicamente sitúan a su nación
como eje vertebrador de la acción política.
Es curioso además
comprobar hasta qué punto el revisionismo que alardea de práctica está
podrido de teoricismo y es capaz de enfundarse cualquier traje con tal de no
afrontar su incapacidad crónica: frente a las cuestiones que sólo puede resolver
la dictadura del proletariado propone un largo camino de reformas democráticas
a implementar desde el viejo estado reaccionario; y ante los problemas democráticos
se refugia en un incierto “socialismo” (incierto porque poco tiene que ver con
la dictadura revolucionarias de las masas en armas).
Recapitulando, nuestra
posición es favorable a la independencia de Cataluña. Considerando que no
podemos ofrecer una alternativa real y efectiva al actual movimiento
democrático catalán y que este se desenvuelve sobre una problemática, la de la
igualdad nacional, que puede resolverse en el imperialismo. Creemos que esa
independencia puede resolver el problema, en tanto
que ni la reacción española ni la catalana podrán refugiarse en su bandera
nacional para pacificar la lucha de clases, tal como ocurre hoy día. Desde
la igualdad nacional, los proletarios españoles y catalanes (y del resto
de naciones oprimidas), comprenderán mejor quienes son sus verdaderos
iguales y sus enemigos irreconciliables. El Sí agudiza la crisis
política del Estado español, lo cual no implica que esta traiga consigo la
revolución, pero en todo caso nos dota de un marco de acción más favorable para
la lucha de clases en general, también para la lucha de clases a nivel
ideológico. Además, nada podría despertar legítimamente
más los recelos de cara a los camaradas que en Cataluña luchan por la revolución,
que la sospecha de que los verdaderos comunistas tenemos cualquier tipo de apego
por las fronteras de “nuestro” Estado-burgués, cuestión de la que sí adolecen,
en general, las organizaciones revisionistas de ámbito estatal, podridas de
españolismo.
El Sí igualmente
entendemos que sirve para ser consecuentes en la educación de las masas de la
nación opresora y
también contra las aspiraciones de la reacción española, creando así
problemas internos al imperialismo español. Esto va en la dirección leninista sobre que el
reconocimiento de la independencia disminuye los riesgos
de la disgregación. Apostamos por esta posición desde el reconocimiento de que lo que prima es la reconstitución ideológica y
política del comunismo, de que ésta ha de
realizarse mediante la alianza internacional del proletariado en el Estado español, que es el enemigo común que tenemos el
proletariado catalán, gallego, vasco y español.
Con ello decimos que esta posición puntual no implica que abandonemos en ningún caso el principio de un Estado, un
Partido. A la par que reconocemos la independencia
como método para resolver la opresión nacional en el Estado español en la actualidad, reforzamos el llamamiento a la
unidad internacional de la clase obrera y específicamente, a la unidad para
abordar la reconstitución comunista junto al proletariado consciente de las
naciones oprimidas. Igualmente esta posición en la disyuntiva actual, nos sitúa
frente al nacionalismo pequeño-burgués en tanto no convertimos
el nacionalismo ni la creación de naciones en nuestra tarea (no apoyamos la independencia bajo cualquier circunstancia, sino atendiendo a las particularidades que marcan hoy
el estado de la lucha de clases), sino que atendemos a las naciones que
existen y desarrollamos aquello que Lenin
denominaba “reivindicación negativa”, es decir, partiendo del reconocimiento
del derecho de autodeterminación,
buscamos el método más certero para resolver esta problemática
democrática. En definitiva, en las condiciones dadas, que la vanguardia revolucionaria desde la nación opresora,
desde España, apoye la independencia nacional de
Cataluña implica que no damos ninguna concesión ni a la
burguesía centralista española ni a la burguesía catalana, en tanto se favorece
la democracia consecuente entre las naciones,
educando a las masas, y nos sirve como puente, ni mucho menos el único, para estrechar
lazos con el proletariado catalán y lo llamamos a participar de las mismas organizaciones
revolucionarias de las que se dote el proletariado del resto del estado
mientras sigamos bajo el mismo yugo.
¡Sin
autodeterminación no hay democracia!
¡Un
pueblo que oprime a otro no puede ser libre!
¡Por
la unidad internacionalista del proletariado!
¡Por la reconstitución del comunismo!
Juventud
Comunista de Almería
Juventud
Comunista de Zamora
Noviembre
2014
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