Desde unos meses para aquí la dirección
de la UJCE viene preparando la expulsión de los colectivos de Almería y Zamora.
El proceso se ha ido alargando en el tiempo no porque la decisión no estuviese
tomada (de hecho está decidida de antemano previamente a las formalidades del
Comité Central de Mayo), sino porque la dirección de la UJCE se encuentra
debilitada y desorientada ante la nueva tesitura política y social y ha tenido
que peregrinar por gran parte del
mapa político del Estado a fin de “atar todo” antes de promocionar entre las
bases el ataque contra nuestros colectivos. Esta atadura no consiste en otra cosa que la de intentar crear una
especie de “cordón sanitario” contra el peligro
bolchevique, buscando un cobarde “pacto
de no agresión política” con camaradas de otras organizaciones para que no se genere un debate teórico y político
profundo que perjudicaría al revisionismo de la UJCE, demasiado empantanada
en el organicismo y en su inexorable camino hacia la derecha, palabrería a
parte, y poco preparada para defender su línea oportunista y revisionista ante
cualquiera que plantee el debate en términos marxistas, algo por lo que la
dirección tiene que perseverar en el menudeo político entre bastidores.
La decisión de expulsión que conocemos
desde hace un tiempo, no nos quita el sueño a los comunistas, sin embargo hemos
de realizar una serie de puntualizaciones a fin que nuestro conflicto con la
dirección de la UJCE no quede en un asunto burocrático, pues como decimos este
responde a cuestiones más amplias y que hallan su explicación en una dirección
que se encuentra acorralada ante el viraje hacia la izquierda del Movimiento
Comunista en el Estado español, que teme a unas bases que cada vez están más
conectadas con problemas de índole ideológico y que, sobretodo, teme su
aislamiento ante este giro que trae de la mano el crecimiento de unas
organizaciones y el surgimiento de otras nuevas.
Ante la acusación formal realizada por
el Comité Central de la UJCE que nos acusa de “desviaciones fraccionalistas” no
podemos por menos de reconocer que los colectivos mentados nos hemos organizado
de un tiempo hacia aquí como “Fracción
Roja” para luchar contra el revisionismo en el seno de la UJCE, cuestión
para la cual, ante las sucesivas direcciones revisionistas que censuran todo
debate[1]
sólo podíamos adoptar la forma de una coordinación “clandestina”.
Cargos
de culpabilidad
Reconocida nuestra organización para
luchar contra el revisionismo en el seno de la UJCE, son varias las acusaciones
que la dirección ha ido añadiendo en el proceso sancionador a fin de engordar
la base, dentro de su ordenamiento
jurídico, para nuestra expulsión. Poco nos importa lo que piensen o digan
los oportunistas de toda laya que ocupan cargos de dirección o que son sus brazos de madera entre la militancia.
Pero nos sentimos obligados a dar explicaciones a los militantes honestos que
continúan en la UJCE, y al conjunto del Movimiento Comunista. Y también a la
clase trabajadora y la juventud ante las cuales no hay que “guardar” las
problemáticas del movimiento comunista sino que hay que sacarlas a la luz pues
éstas forman parte de la lucha proletaria. Lo
que los revisionistas esconden y ocultan o pretenden solucionar con despachos burocráticos ajenos al
proletariado, los comunistas lo tratamos y clarificamos sin problema ante el
conjunto de la vanguardia y de la clase, pues ello solo puede fortalecer las posiciones de la Revolución y
desenmascarar las de la reforma. Por
todo esto hemos de reconocer como se
concretan las ambiguas acusaciones que la dirección ha estado filtrando, dicho
sea de paso, más allá de lo que sus responsabilidades en la UJCE aconsejarían:
- Somos culpables de haber participado en la Escuela Unitaria de
Jóvenes Comunistas coadyuvando a la lucha ideológica con otras
organizaciones, mientras la dirección de la UJCE se escondía en su sectarismo.
También somos culpables de haber organizado
multitud de actividades, de charlas, de escuelas de formación, de debates con
diversas organizaciones del movimiento comunista abriendo nuevos espacios para
el debate, la lucha teórica y el encuentro.
- Somos culpables de contravenir la
línea política de la UJCE por estudiar y analizar los más importantes procesos revolucionarios
que se están dando en el Mundo, como el que abanderan los camaradas del PCI (M)
en India con la Guerra Popular. Además somos culpables de haberla defendido
públicamente siendo así consecuentes con el Internacionalismo Proletario que nos demanda la lucha por el
comunismo. Algo que, no podemos negar, seguiremos realizando muy a pesar de la
dirección de la UJCE de donde en su día salieron graves insultos contra los comunistas
indios o los independentistas kurdos que fueron tildados de “agentes de la CIA”[2].
- Somos culpables de publicar órganos teóricos, como La Línea Obrera
y Espacio Rojo, los únicos que se publicaban desde dentro de la UJCE y que
hacen de la formación y el estudio colectivo no algo puntual en la vida
militante, sino la constante en torno a la que ha de forjarse cada cuadro
comunista. Presentando en ellos estudios sobre diversos temas que nos han
llevado indefectiblemente a desarrollar
la lucha teórica y política por
reconstituir el comunismo de cara a la lucha revolucionaria en el Estado
español. En este sentido también hemos de reconocer nuestra culpa por realizar
análisis sobre la reforma laboral fomentando
con ello el estudio entre la militancia
de base, con el objeto de formar cuadros comunistas que sepan manejarse ante
las masas en el mayor número de cuestiones posibles y que no actúen como autómatas
ante los mandamientos del reformismo oficial.
- Somos culpables de luchar contra el
revisionismo y decir abiertamente que el
sindicalismo es reformismo y que las organizaciones tras de las que van los
oportunistas en cada manifestación no son más que las organizaciones de la
aristocracia obrera y que por su contenido de clase defienden intereses contrapuestos
a los de las masas proletarias. Hecho por el cual aunque sean atacados hoy por
el gran capital sus intereses de
clase se siguen identificando con el pacto social que les brindaba el
imperialismo y no con la Revolución Socialista, algo que ocurre tanto por ese
carácter de clase ligado a los opresores como por la inexistencia de un
verdadero y firme referente revolucionario.
- También recae la culpabilidad sobre
nuestros huesos porque nos hemos posicionado de manera decidida en contra del cretinismo parlamentario
y de todas aquellas prácticas que en las instituciones no son más que el reflejo
político de las luchas económicas y que solo hacen que mantener los prejuicios
parlamentarios entre sectores de la clase obrera que se ven engañados por
quienes dicen representarlos.
- Somos culpables por haber defendido el comunismo científico frente a las desviaciones revisionistas que
pretenden cambiar conceptos para cambiar contenidos. Y la mejor muestra de esto
la encontramos en nuestras sucesivas controversias en torno al concepto de dictadura revolucionaria del proletariado.
Para el revisionismo este es un concepto del pasado que ha de ser cambiado por
la última moda que exponga la intelectualidad burguesa en sus escaparates y
pueda adornar alguna campaña electoral. Para nosotros sigue siendo el modo más
correcto de definir al Socialismo como etapa previa al Comunismo en la que el estado proletario, el estado de nuevo tipo
será la democracia de las hondas masas proletarias y la dictadura contra las
viejas clases dominantes. Pero las soflamas contra la dictadura del
proletariado que hemos visto en cada Congreso, en cada Conferencia, en cada
reunión; son tan viejas como la lucha de clases entre proletarios y burgueses.
Y aquí los opositores del comunismo no aportan nada nuevo, aunque lo crean así,
y no son más que una burda copia de los renegados
de cualquier época: Bernstein, Kautsky, Jruschev, Carrillo, etc. y que están
tan acostumbrados a tratar con la aristocracia obrera y a pulular por las
instituciones del capital que temen como a la peste los resultados de la lucha
de clases del proletariado.
Las
vías “políticas” de resolución
En cuanto a las vías de resolución del conflicto tomadas por la dirección, más que “vías políticas” habría
que decir vías administrativas. Cuanto más hemos incidido en el estudio del
marxismo más hemos comprendido las contradicciones antagónicas entre el
comunismo y la práctica de la UJCE. Todo requerimiento por esta vía, por el
debate ideológico, ha sido censurado.
A inicios de 2011 el colectivo de Zamora
mantuvo una reunión a petición de la dirección central con el Secretario General de la UJCE y con los secretarios político y de organización de
Castilla y León. Los miembros de la dirección se presentaron en Zamora sin
ningún orden del día, a pesar de ser ellos quienes promovieron tal reunión[3].
El colectivo de Zamora presentó un análisis sobre su situación que se remontaba
a 2009 y esclarecía temas como el de la “Carta a la militancia de la UJCE y al
conjunto de organizaciones comunistas del Estado español” que se
publicó en marzo de 2010, previa al XI Congreso de la UJCE. El análisis de la
citada reunión se centró en una autocrítica del colectivo y una crítica del
conjunto de la Unión. Zamora marcó que se había centrado en el estudio y la
formación ideológica en detrimento de otras labores, desligándose para ello de
lo mandatado por los órganos pertinentes, y que esto era porque la UJCE carecía
de plan formativo y la ideología comunista no se tenía en cuenta a la hora de
abordar la práctica política. Zamora presentó un modelo de formación “urgente”
basado en el estudio colectivo de
los clásicos del comunismo ante las
importantes carencias teóricas de la militancia. La dirección “tomó en
consideración” la crítica y acabada la reunión la Secretaría General se dedicó
a propagar la idea entre los militantes de base del Estado de que Zamora había
hecho autocrítica por sus “desviaciones teoricistas”, las cuales, por otra
parte, nunca se han especificado al colectivo de Zamora, si dejamos de lado los
adjetivos carentes de contenido
político a que nos tienen acostumbrados aquellos que hacen apología de ignorar
todo lo que no saben.
A partir de ahí, en diciembre de 2011,
una propuesta para ser cooptados al Comité de Dirección Regional, para cubrir
un puesto con el fin de “limar
diferencias”, resume el cómo se concibe
la resolución de los problemas ideológicos y políticos: a través de la
conciliación burocrática.
En el caso de Almería, la dirección de
la UJCE, la secretaría general, ha
mantenido contactos desde principios de año a raíz de la participación de los
camaradas en la Escuela Unitaria en Madrid. Fueron muchos los militantes de la
UJCE que acudieron a las ponencias de la Escuela, mas fueron los camaradas
almeriense quienes realizaron una ponencia como Juventud Comunista de Almería.
Este hecho puso en guardia a la dirección, que mientras tenía lugar este primer
encuentro juvenil, se dedicaba a certificar que mantiene las siglas históricas
de la Juventud Comunista en el estado español, pero no tiene ninguna intención
de darles contenido revolucionario a las mismas. Se puso a los camaradas
participantes a expensas del “Comité de Garantías y Control” en medio de todo
un conjunto de enrevesadas propuestas de la secretaría general para finiquitar el conflicto: desde una carta de autocrítica[4] hasta
una salida voluntaria de la UJCE para
evitar el mal trago de la expulsión
intentando así “salir todos ganando”. Maneras de politiqueo burgués, juego de
oportunistas al que los camaradas de Almería no entraron, pues como venimos
señalando es el debate ideológico y político
el único marco en que se pueden abordar los problemas del movimiento comunista
y no en la conciliación burocrática. Porque a fin de cuentas la “salida
voluntaria” habría sido ocultar la bancarrota de la dirección de la UJCE que se
haya ante la disyuntiva de abrazar completamente el oportunismo dejando a un
lado su parafernalia “roja” o, por otro lado, (y como está sucediendo)
dedicarse a añadir la palabra socialismo
en algunos de sus escritos y consignas a fin de “endurecer” las apariencias
para alargar un poco más en el tiempo el proceso de desenmascaramiento a que
están siendo llevados por parte de las bases de la organización y de parte del
movimiento revolucionario.
Tras esto, la dirección central comunica
al colectivo de Almería que pasaría a disposición de la Comisión de Garantías y Control cerrando lo que la dirección de la
UJCE llama “vías políticas”.
Pero estos modos de confundir la
política con la burocracia, no son exclusividad de la relación del Comité
Central para con los subversivos militantes de Almería y Zamora. Cualquiera que
se haya interesado por la no asistencia de la UJCE a la Escuela Unitaria de
Madrid, en 2011, ha podido comprobar como la dirección se ha plegado a
cualquier debate teórico o político intentando esquivar las preguntas, que solo
pueden ser respondidas por el sectarismo y por la confusión política de esta
dirección, remitiéndose a “fallos de comunicación” entre los organizadores y la
UJCE.
A
cuenta del fraccionalismo
Es importante la cuestión del
fraccionalismo pues la ignorancia, convertida en dogma por el revisionismo,
puede llevar a tildar a nuestra fracción de “trotskista”, cuando nada más lejos
de la realidad.
Las fracciones, las corrientes internas
en el partido son censuradas en Rusia en el X Congreso Extraordinario del PC
(b) en medio de los sucesos contrarrevolucionarios de Cronstadt que
anunciaban las dificultades futuras que el país soviético iba a atravesar en
forma de lucha de clases al implementar la dictadura revolucionaria del
proletariado: En el terreno ideológico defendiendo el sostenimiento de la justa
línea de socialismo en un solo país frente a la “revolución permanente” trotskista o las tesis derechistas de
Bujarin. En el terreno político emprendiendo la transformación del campo
abriendo la guerra contra la clase kulak.
Hasta aquel momento siempre existieron
fracciones, es decir, corrientes más o menos organizadas en el seno del partido,
primero en el socialdemócrata donde los bolcheviques (los “mayoritarios”
durante el II Congreso del POSDR) eran tan solo una fracción (de hecho su
“mayoría” se vería truncada poco después). Y posteriormente en el bolchevismo la
lucha de dos líneas va a ser constante siendo crucial los momentos de combate entre
leninismo y trotskismo que en un país donde la guerra civil está latente, al elevar
la Revolución Socialista las contradicciones sociales a su máximo apogeo, se
acabarían sancionando por medio de las armas.
Pero siendo justos con la historia
política de la clase proletaria no es por esta situación por la que “fracción” se identifica con trotskismo. Esta correlación viene definida por las tesis en torno al partido
obrero que formulase el ucranio y que chocan frontalmente con las tesis leninistas de organización, las
cuales desconoce la dirección de la UJCE o, al menos, ha de reconocer, jamás ha
puesto en práctica, salvo que quiera suscitar la risa entre los sectores organizados
de la clase obrera que están en contacto con la experiencia bolchevique.
Para Lenin el partido obrero de nuevo tipo
es la unidad entre los principios incólumes de la teoría comunista con el
movimiento de masas. Esto no significa que quien se arroga el nombre de vanguardia vaya corriendo tras de todo
tipo de movimiento espontáneo para que las masas le permitan repartir su
panfleto y, si cabe, introducir alguna consigna que, por fuerza, solo podrá ser
reformista. La unión entre teoría y práctica, entre vanguardia y masas requiere
de una relación entre ambas de tal modo que la acción de este movimiento
político organizado permita superar las condiciones en que se encuentran las
masas, es decir, permita al proletariado
ejecutar su programa revolucionario a
través de sus propias instituciones y organismos, los cuales deben ser un producto consciente del partido
revolucionario, como núcleo desde el cual se proyectan concéntricamente los
instrumentos de la revolución, implicando
a unas masas que difieren tanto en
lo cualitativo como en lo cuantitativo.
Y esta unidad que en lo político
significa plasmación del Programa Revolucionario, es decir, conquista de la
dictadura revolucionaria del proletariado, sea en un barrio, en un pueblo o en
un país; en lo organizativo se concreta mediante la concepción del partido como una suma de organizaciones de todo tipo
que es desde donde la vanguardia ejecuta, con las masas, la revolucionarización
de las condiciones de vida de la clase obrera. Y todo ello detalladamente
estructurado por el núcleo dirigente de la Revolución y regido por el más
escrupuloso centralismo democrático.
En el otro extremo anida la concepción
de Trotski, que sigue las viejas concepciones socialdemócratas en torno al
partido obrero. Para Trotski la vanguardia, como destacamento que conoce el marxismo, debe involucrarse en
el movimiento espontáneo de las masas y a través de éste ganarse sus simpatías.
En definitiva crear “conciencia
revolucionaria” desde las luchas reformistas y parciales de la clase
obrera, desatendiendo la creación independiente de los distintos organismos de
que se valdrá el comunismo para ganar, desde el punto de vista revolucionario,
a las masas. En este sentido, Trotski limita al partido revolucionario a ser
una FRACCIÓN del movimiento
obrero de masas que se va amoldando a la
situación concreta de los movimientos de masas para insertar su mensaje. Por
ello en los años treinta llegó a pedir a sus seguidores, o a los que él
entendía como tales, que se uniesen a los partidos socialdemócratas para
hacerles dar un vuelco en su política. Es decir, que se integrasen en un amplio
movimiento de masas, ya encuadradas y reformistas, para dar un golpe de mano y guiarlo hacia “otro tipo”
de reivindicaciones. En definitiva reformar un organismo social que se ha
construido desde unas bases distintas a las de la revolución proletaria tomando
las luchas espontáneas de las masas como principal elemento sobre el que debía
incidir una “vanguardia” que no había creado las condiciones políticas para
movilizar masas con el Programa de la Revolución.
Esta estrategia “trotskista” de
construcción política, pegada a las luchas económicas, es a fin de cuentas la
del entrismo sobre el que intentó
crear el PCE de Carrillo su movimiento de masas a través de las Comisiones Obreras y la que hoy día aun
sostiene la dirección de la UJCE aunque con patéticos resultados, salvo que
nuestros ya exdirigentes quieran
apuntarse como suyo el tanto de la Huelga General convocada por la vanguardia
de la aristocracia obrera en marzo. Y es también la excusa sobre la que se
protege la dirección de la UJCE para defender el mantenimiento de la Unión en
ese entramado que gestiona (y por tanto ejerce) la dictadura del capital. Ya
que el “proyecto estratégico” sigue
siendo presentado como un frente a través del cual los “marxistas-leninistas” pueden desarrollar la lucha por el
socialismo. Patraña a la que últimamente se ha unido la de tildar, al menos de
puertas para dentro, a la organización de los Cayo Lara, Llamazares, Garzón
etc. como un “movimiento político de
nuevo tipo” en ese empeño que tiene el revisionismo por impregnar algo de “revolucionario”,
aunque sea fraseología hueca, a sus viejos esquemas.
Un
debate que no debemos cerrar
Sentado esto y cuando el revisionismo
nos pretende dar lecciones sobre “organización
leninista” llamamos a la militancia de base a que estudie por sí misma la
concepción leninista del partido obrero. Porque el revisionismo se centra en el
aspecto organizativo (el cual deforma al observarlo unilateralmente) y se
olvida por completo de todo lo que es condición necesaria para poder hablar de centralismo
democrático. Porque la dirección de la UJCE se llena la boca con el “leninismo” hablando de la defensa de los
estatutos de la Unión para, a continuación, en el terreno de la ideología y la
política, meter una mano entre toda la
literatura revisionista “del siglo XXI” que “demuestra” lo “obsoleto” de las
teorías políticas de Lenin y la otra en el cesto de las subvenciones estatales
vía “proyecto estratégico”.
Algo que se traduce finalmente, tras
tantos años de parasitismo ideológico, en una completa falta de formación y en
una sonrojante descontextualización de todo debate histórico, que convierte
cualquier referencia a la experiencia de la Revolución Proletaria Mundial, en
forma de cita, de estos dirigentes
oportunistas, en un ejercicio de mal gusto que valida para representar folclore político, pero desautoriza para
emprender cualquier empresa política proletaria medianamente seria.
Los colectivos comunistas de Almería y
Zamora ya no formamos parte de la UJCE sin embargo seguiremos realizando
nuestra lucha contra el oportunismo y el revisionismo que son los principales
enemigos que hoy tiene enfrente la clase proletaria. Comprendemos que para
alcanzar la unidad comunista es
necesaria la escisión con el oportunismo, es imprescindible romper con la
teoría y la práctica revisionista. Sin todo ello es imposible pensar en la
unidad revolucionaria del proletariado en un movimiento revolucionario
organizado.
Acabamos este comunicado en el que hemos
querido repasar nuestro proceso de expulsión
instando a los militantes honestos de la UJCE a la sistematización del
debate y a la organización. Los revisionistas que nos han expulsado de la UJCE
son precisamente los que más daño hacen a la organización pues lejos de
promover la formación de cuadros comunistas en las problemáticas de nuestro
tiempo, insertadas en la lucha por reconstituir al movimiento comunista como el
movimiento revolucionario de la clase obrera, se limitan a guiar a la juventud
hacia las posiciones del reformismo que significa, en definitiva, renegar de la
lucha revolucionaria y plegarse ante intereses de clase ajenos a los del
proletariado.
“¡La unidad es
una gran cosa y una gran consigna! Pero la causa obrera necesita de la unidad de los marxistas, y no la
unidad de los marxistas con los enemigos y los falseadores del marxismo”
V.I. Lenin
Juventud
Comunista de Almería
Juventud
Comunista de Zamora
A
22 de Junio de 2012
Estado
español
[1]
Hasta tal punto llega la histeria revisionista por aplacar cualquier debate de
calado, que no le importa realizar todo tipo de maniobras burocráticas, por
absurdas que sean. Un ejemplo: durante el último Congreso de la UJCE, en abril
de 2010, llegaron al Congreso dos enmiendas sobre IU, de la organización de
Castilla y León, que reclamaban que la UJCE se fuese de la coordinadora por
ser, su práctica, incompatible con la defensa de los intereses revolucionarios
de la clase obrera. Si ya la delegación del CC en la Conferencia de Castilla y
León se partió el pecho contra dichas
enmiendas remitiéndose al PCE… durante el proceso congresual el debate en torno
a IU, se cambió de orden (cosa que no pasó con ningún otro) hasta en tres
ocasiones en las que se pasó el debate de una Comisión a otra, mareando la perdiz, hasta que al fin, en
la madrugada del domingo se pudo debatir sobre IU. Eso sí, los tiempos se limitaron
para la defensa de las enmiendas (no para la Mesa) y se eliminó el derecho a réplica
contra la Mesa (algo que no ocurrió con otros debates) defensora de la línea
oficial. A pesar del centralismo burocrático, algo más de un 20% de los
delegados votó por esas enmiendas.
[2] Cualquiera que asistiese a la última
sesión del XI Congreso de la UJCE, cuando las dos Comisiones que se crearon
volvieron a unirse para solventar las últimas enmiendas, pudo ser testigo de la
bravuconada en cuestión, protagonizada por el que fuera responsable de relaciones
internacionales de la UJCE, que para negar cualquier análisis, debate o
ejercicio de solidaridad en torno a estos procesos no dudó un solo instante en
utilizar la mentira, el insulto y la provocación.
[3] Concretando un poco más,
esta reunión era el inicio de la “ronda de contactos” de la dirección central
con los colectivos locales. El Secretario Gral fue acompañado a Zamora de una
especie de test o formulario que la militancia debía
conocer con tiempo de sobra para responder, tal y como se comentó. No obstante
la “rapidez” de la reunión imposibilitó a nuestro exdirigente enviarlas con antelación.
[4]Nos vemos obligados a hacer aquí un receso. Para la dirección de la UJCE la “autocrítica” no consiste en lo que todo marxista debe entender como tal: en analizar la actuación propia dentro del conjunto de circunstancias en que uno se desenvuelve sacando las conclusiones pertinentes, sean “positivas” o “negativas”, de tal modo que la síntesis sobre esa actuación permita mejorar las actuaciones siguientes. Algo que en este caso significaba reconocer el sectarismo de la UJCE y todos los esfuerzos que la dirección puso en minimizar el encuentro de diciembre, así como sacar a relucir los límites de la línea de construcción política de la UJCE. Para la dirección de la UJCE la “autocrítica” de los colectivos ha de limitarse a dar salves a sus dirigentes y reconocer los pecados cometidos.
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