LA CRISIS DEL SISTEMA Y LA JUVENTUD
TRABAJADORA
La actual crisis económica está poniendo al orden día los límites del capitalismo y el cómo estos actúan en nuestro día a día.
El capitalismo en su actual grado de desarrollo (fase imperialista) tiende constantemente a la proletarización y la pauperización de quienes participan en la producción ¿qué significa esto? Que el capitalismo para mantener sus períodos de expansión necesita empobrecer a la clase trabajadora, hacer descender su nivel de vida y su poder adquisitivo en un proceso al que se une la necesidad objetiva de hacer descender a más sectores sociales a la posición del obrero asalariado (los profesionales, los autónomos…) que desprovisto de los medios de producción tiene que vender su fuerza de trabajo para sobrevivir. Esta tendencia general del capital (más obreros y más pobres) la vemos en todas partes: reducciones salariales, recortes sociales, cierres masivos de pequeñas empresas… en definitiva aumento de las filas de la clase obrera y descenso de nuestro nivel de vida. Cada vez somos más los obreros asalariados en el estado español y en el Mundo.
Las crisis del capital se producen generalmente como crisis de sobreproducción. Es decir, el capital para mantener sus ganancias y la extracción de plusvalía a los trabajadores necesita producir más y más hasta llegar a un punto en que el mercado no puede absorber todo lo que se produce. Los bancos mantienen esa producción ya que financian la compra de más productos haciendo aumentar el consumo (el mejor ejemplo es el mercado de la vivienda). Pero en el fondo están preparando las condiciones para que las consecuencias de la crisis, cuando estalle, sean más graves. Cuando ya es imposible dar salida a los productos estos se estancan y el capital financiero “desaparece”, los bancos no dan créditos ni hipotecas y el obrero obligado a consumir para mantener su puesto de trabajo es tildado como un “vividor” que estuvo por “encima de sus posibilidades”. La prensa convierte las crisis cíclicas de la producción capitalista en un problema individual y moral del trabajador “poco ahorrador” o del capitalista que invirtió mal.
Cuando las crisis estallan el capital necesita destruir fuerzas productivas, tanto mano de obra (despidos masivos) como empresas (cierres) para así dar salida a lo sobreproducido e iniciar otro ciclo de crecimiento y beneficio, esto es, reactivar el proceso de acumulación de capitales que necesariamente acabará en una nueva crisis. Es la constante de las crisis cíclicas del capitalismo.
En esta operación, los burgueses se ven obligados a cantar por la defensa de la libertad mundial, la patria amenazada, la civilización en peligro… para inventarse las guerras de rapiña. Invaden países donde exterminan a importantes segmentos de la población, destruyen sus fábricas y sus infraestructuras y así conquistan un nuevo mercado hacia el que exportar, para poder iniciar acumulación de capital. Hace un año la UE y EEUU decidieron bombardear Libia asesinando a cerca de 100.000 personas. Hoy las bombas sobre Siria hacen sonar los tambores de una guerra a gran escala contra Irán, donde morirán cientos de miles de obreros por las necesidades de un imperialismo en crisis que necesita guerra para poder invertir en industria militar, de equipamientos, construcción…
Y todo esto tiene su proyección política. Las crisis económicas hacen que el capital se reconfigure. El Estado es un órgano de opresión de la clase dominante, pero en su gestión también cristalizan las relaciones entre las clases que se benefician del sistema capitalista: la oligarquía financiera, la burguesía industrial, la pequeña burguesía, la aristocracia obrera… Y vemos como aprovechando el ataque al conjunto de la clase obrera, los sectores financieros e industriales aprovechan para atacar a los sindicatos mayoritarios (representantes de la aristocracia obrera) quitándoles poder dentro de la democracia capitalista al minimizar la fuerza de los convenios colectivos, reconfigurando las Cajas de Ahorro, etc. Esto que se lleva de forma democrática entre estas clases en el poder a través de debates parlamentarios, negociaciones, huelgas pacíficas, manifestaciones semi-festivas… incide de forma dictatorial sobre la clase obrera, pues ocurre que en las disputas entre la burguesía quien sirve siempre como carne de cañón es la clase obrera. Y así mientras CCOO, UGT, el PSOE, el PP, la CEOE… llevan cuatro años con la paz social en la boca, el proletariado sufre la violencia estructural de la dictadura parlamentaria con más de 1 millón de familias sin ningún tipo de ingreso, con más de 5 millones de obreros parados, con cientos de miles de migrantes españoles o extranjeros obligados a marcharse del país, con decenas de miles de familias que no pueden pagar la calefacción, que pasan hambre todos los días del año o que son expulsadas de su casa. Y que encima tienen que aguantar los insultos de la patronal y de los pesebreros de las tertulias de radio y TV.
En las metrópolis imperialistas los recortes de libertad se presentan irónicamente como salvación de la misma. Nuestra sociedad es desde hace tiempo un gran cuartel militar reaccionario donde se coartan los derechos a la vez que se constituyen ficheros ideológicos de la población, se convierte al ciudadano en un delator y confidente del Estado. La policía toma las calles y hace de cada acto político una persecución contra los sometidos por el régimen burgués. En tiempos de bonanza la persecución política se asume como defensa de la sociedad por parte del Estado frente a los radicales: antifascistas, okupas, abertzales, comunistas… en tiempos de crisis todos los trabajadores somos el enemigo, con independencia de nuestro nivel ideológico y organizativo, aunque la burguesía siempre tiende a descabezar a la clase persiguiendo a los más conscientes y mejor organizados, precisamente a los que tilda de radicales.
El gran capital interviene a los países con deudas. Antes se financiaban golpes militares en América y se aplaudía el genocidio de los campesinos y sus guerrillas. Hoy la “troika” impone gobiernos tecnócratas en Italia y dicta la subida del gasto militar a Grecia a la vez que le obliga a dejar en la calle a cientos de miles de trabajadores públicos. Panorama que en breve llegará al estado español.
Ante este duro paisaje la burguesía recrudece su ofensiva ideológica justificando toda operación contra la clase obrera: recortes en educación, despidos en masa, guerras en Oriente Próximo, cacerías policiales de inmigrantes “sin papeles” en Madrid o Barcelona, etc. Se busca crear la conciencia de que no hay salida posible, de que este es el único camino que la sociedad puede andar, el que pasa porque los trabajadores sigamos subordinados a los intereses de capital. Pero ¿es esto cierto? ¡No!
El régimen capitalista se sustenta sobre nuestras manos de donde salen las riquezas que sirven a los burgueses para comprar a los mercenarios de la pluma y la pistola. Es nuestro trabajo el que permite al patrón despedirnos y seguir en su gran casa con su Mercedes último modelo mientras se vanagloria de ver su bandera ondeando en Bagdad o Trípoli y a sus tropas desfilando por la Castellana.
Los trabajadores y, en especial, la juventud tenemos que organizarnos para luchar por otro modelo social, por un sistema en donde no estemos subordinados a nuestros explotadores y en donde la administración de las cosas no signifique que deba existir un Estado que cuenta con miles de burócratas, de militares, policías, etc. que solo sirven a la burguesía y cuya misión social es mantener el orden establecido.
Para nosotros esa sociedad es el Socialismo, la dictadura revolucionaria del proletariado, en donde son las clases obreras y populares las que organizan su democracia contra las clases explotadoras, para destruir las relaciones sociales que hoy nos impone la dominación capitalista con su paro, su miseria, sus guerras de rapiña, su destrucción del medio ambiente, su opresión sobre los pueblos...
Para ello necesitamos construir una organización que conecte de manera real esos intereses estratégicos con nuestra actividad diaria. Y para ello se necesita de una teoría que nos permita comprender la práctica previa de la lucha de clases, que nos ayude a analizar la rica experiencia de la Revolución Proletaria Mundial, pues la lucha no es nueva y los trabajadores llevamos ya dos siglos enfrentándonos al capital. Y si no somos los trabajadores los que construimos esa teoría sobre nuestra propia experiencia serán las clases dominantes las que utilicen a nuestros combatientes y muertos para sus propios intereses (gran ejemplo nos brinda la memoria histórica fomentada por el Estado, que trata a los obreros revolucionarios de los años 30 como a reformadores del capital y precursores de la Constitución del 78)
Solo con esa teoría, que definimos como socialismo científico, podemos elaborar un Programa Revolucionario que logre conectar realidad presente con objetivo futuro. Pues el programa revolucionario como praxis real de un movimiento político revolucionario organizado pasa necesariamente porque ese programa y ese movimiento tenga unas bases independientes con respecto a las políticas de la burguesía y nos permita mantener la cuestión de la Revolución y el Socialismo no como horizonte lejano y propagandístico, sino como realidad tangible sobre la que nos organizamos.
La construcción de ese movimiento, que es lo que concebimos como Partido Comunista, necesita de la participación activa de los sectores conscientes y combativos de la juventud trabajadora y necesita de esa teoría que nos permita actuar fuera de los cánones establecidos por la ideología dominante en todas sus formas (desde las más reaccionarias hasta las supuestamente progresistas que solo plantean reformar algunas consecuencias del capital y volver al falso bienestar del capitalismo de rostro humano). Es decir que hoy es primordial para la juventud trabajadora organizarse para resolver las tareas políticas y teóricas que tiene nuestra clase social para luego llevarlas a término enfrentándonos directamente al capitalismo y su régimen desde las estructuras sociales y organizativas, de todo tipo, que construyamos como clase revolucionaria que debe encontrar en su experiencia histórica, sintetizada en teoría revolucionaria, y en su posición objetiva en la producción capitalista, las bases para construir el Socialismo y el Comunismo destruyendo al capital.
¡JUVENTUD TRABAJADORA, ORGANIZATE Y LUCHA!
¡DESTRUYE AL CAPITAL, CONSTRUYE
SOCIALISMO!
No hay comentarios:
Publicar un comentario