Han
sido muchos años de “paz social” basada en la explotación salvaje de las masas
más profundas de la clase obrera, en el robo de los recursos de los países
oprimidos mediante la combinación de la ayuda humanitaria, el soborno
financiero y la guerra imperialista; apoyado todo esto firmemente en el
bombardeo ideológico al que nos someten constantemente las clases dominantes
pues sus ideas supuran por todos los poros de la sociedad capitalista:
conformismo, individualismo y resignación, desprecio a la organización
colectiva, respeto al orden vigente, tolerancia para con los opresores y repulsa
y condena para los oprimidos que luchan…
En los últimos tiempos esta paz social se ve “amenazada”. Ya no somos
“pequeños grupos radicales” de “la extrema izquierda” los únicos que nos
organizamos, que acudimos a manifestaciones y que no comulgamos con las ruedas
de molino que los mass media nos presentan desde que nos levantamos hasta que
se acaba la jornada. Trabajadores sin casa y con hipoteca, el ejército de cinco
millones de parados, estudiantes… han hecho en el último año que la política
esté en la calle y que no se reduzca a pequeños sectores organizados la crítica
al régimen parlamentario.
El 11
de Junio de 2011 tomaban posesión de su cargo los concejales elegidos en las
elecciones municipales entre las protestas de los convocados por la Asamblea
del 15M. Durante la concentración se vivieron varios momentos de tensión donde
la policía como autoridad armada defendió a las autoridades electas del peligro
representado por la presencia de un movimiento pacífico centrado en la denuncia
de las corruptelas de la clase política.
Aprovechándose
de estos sucesos la fiscalía del Estado, en manos del PSOE por entonces, inició
un proceso judicial que ha tomado forma este febrero con la imputación de trece
compañeros que participaron en aquella manifestación y a los que se llama ahora
a declarar ante el juez por las denuncias de varios policías, del Ayuntamiento
de Zamora y de la fiscalía, ahora del PP. Pensar que se van a juzgar los hechos
del 11 de Junio sería pecar de inocentes en una sociedad en la que todos somos
culpables salvo que se demuestre lo contrario. Si así fuese de nada habría que
preocuparse pues los encausados no realizaron ninguno de los delitos que se les
imputan. El proceso, y el posible juicio que puede conllevar para algún
compañero, no es fruto del afán investigador de un juez sino que es producto
inequívoco de la persecución política, del ataque de la maquinaria estatal
contra aquellos que se han atrevido a lanzarle una crítica, por pequeña que
pueda ser ésta.
La
causa política y judicial abierta contra los indignados en Zamora muestra
evidencias del carácter de la dictadura del capital: persecuciones y
retenciones arbitrarias por la calle, existencia de ficheros ideológicos de la
población, seguimientos policiales, declaraciones falsas…
Lo que pretende el Estado es castigar, dar una
lección a los indignados para que “aprendan” y vuelvan a sus casas. El Estado
quiere que, como en los últimos años, en la calle reine la paz, la paz de los
cementerios. Y por ello ha establecido que la mejor medida ejemplarizante
contra los indignados es la de llevarlos a juicio para asustar y amedrentar y,
si sale rentable para los intereses de la clase dominante, multar y encarcelar.
Cortar de raíz los posibles movimientos que de la indignación pasen a la lucha,
esa es la política de estado en nuestros días.
Pasa en
Zamora como pasa en Madrid donde siguen sucediéndose detenciones de
manifestantes. Y pasa en Barcelona, donde el gobierno ha indultado por Real
Decreto a cinco mosso´s condenados por torturas, como pasa en Valencia.
Estos
días, mientras la aristocracia obrera representada en CCOO y UGT está peleando
para que el gobierno la incluya en sus negociaciones por la reforma laboral y
contra la clase obrera, estamos viendo como la policía antidisturbios se ensaña
con unos estudiantes de instituto, convertidos ya en referente del pueblo
trabajador. En una semana más de 40 detenidos y varias decenas de heridos, a
los cuales según denuncian médicos valencianos la policía estaría “requisando”
los partes de lesiones. Habrá que ver a estos tipos de uniforme constitucional
que hoy ríen cuando se enfrenten a obreros como los griegos y a revolucionarios
como los naxalitas.
La
policía se granjea el odio de la clase obrera por mostrarse como lo que es. En
Zamora unos maderos mienten sin pudor para sacarse un sobresueldo y ganarse los
favores de sus mandos, poco les importa que puedan destrozar la vida de quien,
por sus mentiras, pueda acabar en prisión. En Valencia llaman putas a las
estudiantes y apalean a los viandantes para, como dice el ministro Gallardón,
defender a las personas libres: banqueros, patrones, jueces, parlamentarios, fascistas…Y
así ellos mismos nos enseñan que la policía no debe ser vista “agente por
agente” para que los obreros nos solidaricemos con las circunstancias
personales de cada mercenario, que por otro lado “sus lágrimas las compran en las rebajas”, como dice la canción. La
policía cumple una función social, ocupa un lugar determinado en la sociedad
capitalista destinada a ser la fuerza de choque organizada contra la clase
obrera, ante la cual en el futuro no tendremos más solución que oponer nuestra
organización revolucionaria.
La
versión policial de los hechos en Valencia, el discurso del gobierno y los mass
media, está amoldada a los tiempos de paz social, hecho por el que o bien dicen
que son muy pocos los que protestan o reducen las manifestaciones a producto de
la “infiltración radical y violenta” entre los estudiantes. El objetivo es el
mismo que el de la represión en Zamora, doblegar la conciencia de todos
aquellos que, precisamente, toman conciencia. Enfrentar a los hijos de la clase
obrera a los “radicales” forma parte de la estrategia del Estado. Los
estudiantes sin organizar y los ya organizados no somos elementos diferenciados
entre nosotros, en el sentido que la propaganda burguesa pretende, pues los
“movimientos radicales” a que se refiere el Estado (comunismo, antifascismo, anti-capitalismo)
son precisamente aquellos en los que se organiza la juventud obrera para
defender sus intereses de clase y luchar contra el sistema capitalista. El epíteto
de “radical” es utilizado por el gobierno y la prensa para atacar la necesidad
que tiene la juventud trabajadora de organizarse. Pero radical es un adjetivo que la clase obrera debe llevar con orgullo
pues significa ir a la raíz de los problemas para solucionarlos hecho que los
comunistas no ocultamos: estamos por la
solución radical de los problemas del capitalismo, estamos por la Revolución
Socialista.
Un alto
cargo policial en el País Valenciano llamó a los estudiantes “el enemigo”. Se
le “escapó” una verdad. No porque los estudiantes defiendan hoy día la
enseñanza pública pues ésta en las coordenadas de la democracia burguesa sólo
es un órgano para encuadramiento de masas. Si no porque en la medida en que la
juventud se organice y empiece a adquirir conciencia de clase chocará
necesariamente con los límites del capitalismo que toman cuerpo en las salas de
los juzgados zamoranos, en el material antidisturbios valenciano, etc.
Los
estudiantes, los parados, los jóvenes… la clase obrera, somos el enemigo del
estado burgués y el capital porque en nuestra clase se encuentra el germen del
socialismo. Un germen que solo puede brotar a través de la organización sobre
los principios del comunismo revolucionario.
Juventud
Comunista de Zamora
Febrero 2012
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